Filipinas




A pesar haber estado casi tres siglos bajo dominio español, durante décadas no supimos casi nada del remoto archipiélago de Filipinas, integrado por más de 7.000 islas. Filipinas se reinventa como el nuevo destino oriental de moda: surf, arrozales infinitos, playas de arena blanca abrazadas por palmeras, arrecifes increíbles para bucear, islas sin turistas para sentirnos como náufragos… ¡Desconexión total! Es hora de viajar a este lugar poco conocido pero sorprendente.


En Filipinas se hablan más de 165 idiomas, pero no hay que preocuparse demasiado por ello: casi todo el mundo habla inglés, uno de los dos idiomas oficiales. El otro es el tagalo, o pilipino, o filipino, que aunque no es la lengua materna de todos los ciudadanos, sirve como lengua franca a lo largo de las 7.000 islas que conforman Filipinas.


Los filipinos siempre están comiendo. Como no les basta con tres comidas al día, añaden dos meriendas, que no tienen por qué ser ligeras: la de la tarde puede incluir bihon (palitos de arroz fritos) o goto (una densa sopa de arroz), más bibingka (dulces de harina de arroz cubiertos de queso). Si hubiera un plato nacional, sería sin duda el adobo (cerdo, pollo o casi cualquier otra carne adobada en vinagre y ajo); bien hecho, es una delicia. Por todas partes hay locales de ihaw-ihaw que sirven inihaw (carne o pescado a la parrilla). El lechón (cochinillo asado) no puede faltar en las celebraciones. Son tentempiés habituales los lumpia (rollitos de primavera, normalmente vegetarianos) y el riquísimo kinilaw (cebiche a la filipina). 
Los Arrozales son una de las atracciones imprescindibles de Filipinas, una de esas fotos que todo viajero, por primerizo que sea, querrá hacer. Al ver un mapa de la cordillera norte de Luzón puede parecer que todo es naturaleza salvaje. Y, efectivamente, el escarpado paisaje está cubierto de selva. 

Playas vírgenes, lagunas de aguas cris­talinas, islotes rocosos… La travesía hacia este laberín­tico archipiélago al norte de Palawan es una experiencia que no hay que perderse. Las travesías noctur­nas entre las islas de la bahía o más hacia el norte, cruzando el estrecho de Linapacan hacia Corón, nos permitirán pernoctar en remotos pueblos pesque­ros donde cenaremos lo que logremos pescar durante el día.

Las aguas cristalinas de la bahía de Bacuit son un paisaje de fantasía hipnótico desde cualquier punto de vista: bajo el agua, desde el aire o tumbado en una hamaca. Comparables con las del sur de Tailandia o la bahía de Halong, en Vietnam, las islas esconden tantos arenales blancos, lagunas y calas ademas de cientos de especies de peces y corales, que el viajero se sentirá abrumado.

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